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Vicente, es uno de mis buenos amigos. Hombre de múltiples actividades: diplomático, abogado, profesor universitario, minero y periodista. En Londres fundó y dirigió por espacio de 15 años “Chilean Review”.
En uno de sus viajes a Chile, añorando las andanzas mineras, recorrió la zona norte del país y supo de labios de un viejo pirquinero “un datito”. Decidió confirmarlo personalmente, haciéndose asesorar por un famoso ingeniero austriaco.
Hicieron el viaje a lomo de mula desde Pueblo Hundido a la cordillera, sufriendo las inclemencias del tiempo y el malestar de la altura. Una vez en el sitio indicado, donde había un pequeño laboreo, el ingeniero se dedicó a hacer los estudios profesionales del caso, ocupado en ellos casi todo el día. Al caer la noche - cuenta Vicente -, el ingeniero lo tomó del brazo y le hizo observar desde la planicie, un conjunto de aceros, diciendo: Mr. Echeverria, estamos parados sobre el yacimiento de cobre más grande que me ha tocado conocer, superior a “Río Tinto” de España y al “Boleo” de México. Su entusiasmo contagia a Vicente, que a su vez habló con su primo Enrique Echeverria. Juntos empezaron las faenas de explotación.
El trabajo era sacrificado. Había que bajar los minerales en carretas hasta la antigua fundición de Chañaral; pero la mayor dificultad para su explotación era la falta de agua. Enrique Echeverria había observado que un perro colmaba su sed en un pequeño charco de agua que había al borde del camino junto al mar, y como esa agua no podía ser salubre, decidió averiguar su procedencia, con óptimos resultados, lo que permitió más tarde a las empresas norteamericanas empezar la exportación del cobre en toda su magnitud.
Tiempo después, en un carro especial puesto por Vicente Echeverria Larraín hizo una visita al mineral. Fue recibido como huésped de honor de la compañía y ante un numeroso grupo de jefes y empleados se le pidió que les mostrara el tortuoso camino que había hecho tan penosamente en su primer viaje. Vicente accedió gustoso y desde el cerro “Huaso Parado” señaló la ruta recorrida, para descubrir uno de los cinco minerales de cobre más grandes del mundo: “Potrerillos”.
Creado el 2015-12-22 10:21:13
En Tomé me encontré con Carlos Dorlhiac, que caminaba en compañía de un amigo, aperados de cajas de pintura, pisos plegables y quitasoles. Los acompañé hasta Dichato, por un camino sombreado de árboles y pintorescos chalequitos.
Asomada a un balcón, nos llamo una señora: - ¡Por favor!, Pasen un momentito -. Desde la puerta nos invito con señas a que nos acercáramos; nosotros nos sentimos agradecidos y le expresamos que regresaríamos.
Carlos emocionado, comento: - “Que cariñosa es la gente de acá, han visto que somos artistas forasteros y quieren festejarnos”.
El amigo Carlos, esperanzado, nos dijo: - Por favor, tengo un hambre terrible y mucha sed. Ya no aguanto más, ¡Aceptemos!.
La próxima invitación no tardó en llegar. Pasábamos frente a una hermosa residencia y nos salió al encuentro una empleada doméstica, quien sin preámbulos, nos dijo: - ¡Dice la señora que pasen!.
La seguimos contentos, desde la cocina llegaba un aroma a empanadas que deleito nuestro olfato. Se adelantó la mujer, y esperando nuestra entrada, cerró la verja con llave, dejándonos en el jardín. Entró a la casa y regresó trayendo unos paraguas, los que entregó a Dorlhiac, mientras éste la contemplaba estupefacto, y le dijo: ¡dice la señora que no le vaya a cobrar muy caro por los arreglitos!.
Creado el 2015-12-22 10:21:00
Mariíta, la llamaba cariñosamente su madre Maria Monvel, la poetisa, quien viajaba acompañada de toda su familia, en el vapor Oropesa, rumbo a España.
En las mañanas, se veía a la niña correr y parlotear con su institutriz, fräulein Henrriette, la que trataba de entretenerla, contestando a sus difíciles preguntas y repitiendo cuentos e historias tan fantásticas como las de Nils Hölgerson y su viaje maravilloso por el mundo, en el lomo de un pato salvaje.
Se oyeron gritos. La gente, saliendo de sus camarotes, se amontonó en cubierta. Un marinero sujetaba entre sus brazos a la niña, la que rasguñándolo trataba de soltarse. María Monvel, muy pálida hacia esfuerzos para calmarla.
La Fräulein hablaba alemán; siempre lo hacia en momentos emocionales: - ¡fue tan imprevisto! ¡No pude sujetarla!. Usted la conoce señora.
La mascota del Oropesa era una hermosa gaviota criada en la nave. Esa mañana tomaba el sol sobre uno de los botes salvavidas amarrado a un costado del barco. La niña, soltándose de la mano de su cuidadora, se encaramó por los fierros de la baranda tan rápidamente que fue imposible detenerla. Cayó de sorpresa sobre el ave y, sentándose sobre su lomo, gritaba: - ¡Llévame! ¡Llévame!, tonta.
El pobre animalito, para librarse de su peso, le picaba las piernas; al sentir sus picotazos, Mariíta trato de arrancar. La oportuna llegada del marinero la salvó de caer al mar.
Creado el 2015-12-22 10:20:49
El “huaco” Chávez, a quien conocí en Valparaíso, era famoso por sus divertidas ocurrencias. Después del éxito de la exposición del “Huaco-Rey”, Fernando Mesa, pintor, le ofreció en su casa un Vino de Honor. Cuando llegaron los invitados, en total unos quince, todos ellos dipsómanos, se oyeron gritos de alegría y exclamaciones de contento.
Será una fiesta inolvidable.
¡Esta sí que es fiesta!
Este “huaco-chico” es muy oportuno.
¿Dónde está el hombre para darle un abrazo?
La mesa había sido preparada con “exquisitez”. Quince asientos, cada uno con su respectiva “damajuana” de vino tinto frente a ellos.
Creado el 2015-12-22 10:20:41
Ramón Cortes fue invitado por Scandinavian Airlines System (S. A. S.), para que visitara los países escandinavos. Y aunque ustedes no lo crean o les parezca raro, un coordinador público de la empresa invitante le pidió que se desnudara para ser entrevistado. Después, cinco periodistas suecos le hicieron algunas preguntas sobre Chile, tal como sus madres los echaron al mundo.
Esta es la anécdota escueta, pero me extenderé un poco más, aprovechando una charla con Ramón.
Según me cuentan, ¡es tan hermoso Estocolmo!; sobre todo en verano, con su afluencia de gente llegando por diversos caminos, en coches, bicicletas, carretelas, motonetas y automóviles.
Toda esa multitud de aspecto saludable ríe y canta, internándose en los bosques, o tendiéndose a la orilla de los lagos. Los niños, blancos y sonrosados, nadan como verdaderos peces dentro del agua.
Ahí el cielo es más azul y el sol parece más grande.
Los propietarios construyen sus viviendas de troncos de árboles y llama la atención del visitante su extraña simétrica arquitectura: una gran cabaña con otra mas reducida a su lado. En la grande fue recibido con todos los honores Ramón Cortés.
Una espaciosa habitación lucia en su centro la gran mesa familiar repleta de viandas con el orgullo de la comarca: el arenque, presentando en diversas fuentes con diferentes formas de preparación, pero solamente arenques.
Después de una animada charla, dijo el relacionador: “pongámonos más cómodos” y principio a sacarse la ropa. Los demás lo imitaron. Ramón, extrañado siguió su ejemplo y colgó sus prendas de vestir en una percha junto a la puerta. Luego, abriéndola, el coordinador salió al bosque para llegar corriendo a la cabaña chica, sin importarle la gente que los rodeaba, que indiferentes, ni siquiera levantaron la vista a su paso.
Su segunda sorpresa fue la entrada a la pequeña cabaña, que era solo el recinto destinado al baño de vapor. Allí, con toda comodidad, tendidos sobre blandas colchonetas, se efectuó la recepción de prensa y una vez terminada, se bañaron en el río cercano, desde donde regresaron, frescos y descansados, a la cabaña para degustar los arenques con verdadera fruición.
Creado el 2015-12-22 10:20:31
Julio trabajaba en el Diario La Nación, y su primer vástago dio señales de querer nacer a mitad de mes.
Lástima que esto me pilló sin plata, - me dijo: “la Arellano” (así llamaba a su mujer) piensa que será esta noche. Ya tengo pagada la pieza en la maternidad. Jorge Ascui me entregó todo el dinero que le pasaron en la agencia por su traje dominguero. Estoy re´jodido, ¿Porqué no pasa con nosotros este mal rato?.
A las diez y media de la noche se interrumpió nuestra charla con los primeros dolores de “la Arellano”. Julio corrió en busca de un coche (Victoria); al tomarlo encargó al cochero que apurara los caballos y ya todos en el carruaje, le suplicaba a su mujer, en todos los tonos, como si de ella dependiera, que no fuera a “desembuchar” en el trayecto.
La maternidad quedaba en un pasaje interior; el cochero esperaría nuestro regreso, cercano a la puerta principal.
Al fin “la Arellano” quedó instalada en una buena habitación.
Todo saldrá bien y es preciso tener un poco de paciencia, - nos recomendó la matrona jefe. Las manos de Julio, como el mejor flautista, recorrían los botones de su chaleco.
“¿El primer hijo? .- Preguntó otra enfermera. Julio no contestó; con la manga de su chaqueta secaba el sudor que goteaba su frente.
Tomándome de un brazo, me empujó a una puerta lateral, y salimos a una calle contraria a la que esperaba nuestro cochero. Lo miré extrañada.
“¡Aprieta! – Me dijo suplicante, y tomó la delantera. Llegamos corriendo a una plazoleta cercana, donde terriblemente cansado se dejó caer sobre un banco, y me explicó: “ No tengo un solo peso, y en estas circunstancias no podía desligarte de este corrido “perromuerto”.
Creado el 2015-12-22 10:20:22
El célebre autor del vals “Antofagasta” y tantas otras piezas musicales, que estuvieron muy en boga en una romántica época no muy lejana, salió en gira artística con José Martínez, el conocido chansonier, acróbata y domador de fieras, alma en las fiestas de los estudiantes, por las cuales robaba tiempo a sus estudios de ingeniería.
En sus correrías por el sur, y próximos ya a abandonar la ciudad de Chillán, artista y compositor contabilizaban los capitales reunidos con la música de Armando y las variedades de Pepe Martínez, comprobando con satisfacción que el haber les alcanzaba para pagar la cuenta del Hotel y tomar los pasajes para el próximo pueblo, donde estaban anunciados. Aún así, les quedaba un remanente de diez pesos de la época, los que Armando guardó con indiferencia en su bolsillo. Felices por primera vez en la gira no tendrían el bochorno de firmar en la comisaría un “valecito” al dueño del Hotel. Con displicencia observaban al mozo que les acarreaba el equipaje a la Estación. Luego Armando, arrogantemente entregó al hombre cinco pesos: - Tome hijo, para sus vicios.
Próxima la llegada del tren, los abordó el mozo, quien llegaba acezando: - perdonen los señores, pero resulta que se le había olvidado al patrón cobrarles el vale de los cigarrillos, son nueve pesitos nomás, agregó el hombre, pasándoles el papel.
Impertérrito, Armando buscó con la mirada a Martínez; quien desapareció por una de las puertas de un carro del tren. Metiendo la mano al bolsillo, alargó al mozo el otro billete: - Toma, “mijo”. Cinco que ya te di y estos cinco, son diez. Paga la cuenta y guárdate el vuelto; Ah, muchacho, lógicamente tendrás que moderar tus vicios...
Y con un flemático gesto tomó el tren que abandonaba la Estación.
Creado el 2015-12-22 10:20:11
En una de sus visitas al Campamento de la “Oficina Argentina”, a pocas horas de Iquique, don José María salió a platicar la amistad con los obreros pampinos. Uno de éstos, obsequió al visitante un hermoso pedazo de cuarzo. Monseñor, después de agradecer el regalo, preguntole:
- Y tú, hijo mío, ¿Eres buen cristiano?
- Si, señor, trato de serlo.
- Y tus compañeros ¿Cumplen con Dios?
- Algunos nomás, señor.
- ¿Y los otros?
- Es un tropel de beatos hipócritas, señor.
Esa misma mañana, el obispo esperaba la llegada del automóvil en el cual continuaría su gira, cuando fue interpelado por una distinguida dama, esposa de un alto funcionario iquiqueño.
Permítame, Monseñor, leerle un párrafo de “El Tarapacá” de Iquique.
A sus órdenes, la escucho, hija mía.
La dama en cuestión, se inclinó hacia el rutinario besamano y atropelladamente leyó:
- “Suicidio. Cerca de la estación de Chañaral, frente al cerro Las Animas, la policía encontró destrozado por un tiro de dinamita los cuerpos de Luis Soto Soto y Rosa Martínez Ávila, solteros, quienes hacían vida marital. Según averiguaciones policiales, los suicidas tomaron tan trágica determinación acosados por la miseria, y a raíz de la muerte del hijo único de ambos”.
Qué indecencia – agregó la señora. ¿Verdad, Monseñor, que esta gente está condenada?.
La cara del pastor se entristeció, demostrando honda preocupación mientras hablaba:
Es lamentable, dijo, que nuestros hermanos lleguen a esos extremos sin encontrar una mano cristiana que les preste ayuda.
Pero están condenados, insistió la dama, implacable.
Monseñor, sin poder eludir la respuesta sentenció:
No olvide, señora, que los ojos de Dios ven más allá que la mirada de los hombres.
Creado el 2015-12-22 00:41:02
A raíz de los funerales de Carlos Canut De Bon, escultor, un grupo de amigos nos fuimos al “Quitapena”, cerca del cementerio. Roco estaba silencioso, medio tumbado sobre el mesón, bebía sus copas “al seco”.
Cuando nos retirábamos del establecimiento, costó sacarlo del sueño en que estaba sumido, se había dormido apretando el vaso hasta romperlo. Gruesas gotas de sudor surcaban su pálida frente, y, como saliendo de una horrible pesadilla, gritó:
- Mierda... mierda... ¡No somos más que mierda!
Creado el 2015-12-22 00:40:21
Carlos Canut De Bon, conocido escultor, había quedado de encontrarse conmigo frente al correo central. Llegó trayendo dificultosamente entre sus manos tres hermosas manzanas. Me las pasó, diciendo: “será mejor que nos acomodemos en un banco de la plaza; ésta fruta prohibida tiene su historia”; y mirando a todos lados, como si temiera un encuentro, atravesó junto a mí la calzada.
Ya cómodamente sentados, exclamó: ¡Las cosas que yo puedo hacer por tu amistad! Principió su relato:
En mi casa, un modesto chalecito en calle Independencia, asomado al balcón de mi alcoba, divisé unas manzanas en el huerto vecino, que lucían en toda su magnificencia, al caer sobre ellas los primeros rayos del sol.
Sin pensarlo dos veces, bajé al jardín. ¡Todo era silencio!. La muralla, no muy alta, me permitió pasar con facilidad a la propiedad colindante. Al ruido de mi caída, despertó un horrible y desconsiderado perro buldog, que, sin ningún miramiento se prendió a mis pantalones, mientras yo cogía el codiciado botín. A mis gritos, llegó el dueño de la casa que, con soeces palabras me increpó duramente llamándome ladrón.
Siempre cogido por los dientes del furioso animal, fui dando explicaciones y recordándole a ese mequetrefe que en una ocasión lo había salvado de ser cogoteado en la esquina de su residencia. Después de muchos dimes y diretes, llegamos a un acuerdo: Yo perdonaría sus impertinencias y saldría por la puerta de calle como un caballero. Al perro costó más convencerlo. ¡Parte de mis pantalones quedaron entre sus dientes!.
Canut, iba en ese acápite de su historia cuando se acercó a nosotros un vendedor de frutas, diciéndole: - Oiga, don Canut, aquí le traigo otras tres manzanas; déjeselas todas, por tres chauchas. Estoy re´cansao pa´ seguir jodiéndome con este solazo.
Carlos las recibió sin inmutarse, y pasándomelas dijo: - Perdona Marita; quise quitarle la vulgaridad a mi obsequio.
Y habló protector al hombre que esperaba.- Bien, amigo, regrese a su hogar y descanse; estoy encantado de evitarle una insolación, mañana arreglaremos nuestras cuentas.
Ante la hilaridad que me produjo la escena, muy serio me explicó: - éstos hombres de nuestro pueblo son muy patriotas, tienen verdadera veneración por sus héroes. Este me ha encargado una reproducción en yeso del combate naval de Iquique.
Creado el 2015-12-22 00:34:35
Isaías Cabezón, inició su carrera de éxitos en 1917, al ser premiado su afiche en el concurso de la fiesta primaveral en el día de los estudiantes, y continuar sus triunfos dentro de un depurado estilo de gran acuarelista.
Después de viajar por varios países europeos arribó a Berlín, donde fue contratado por la compañía alemana de cinematografía - U.F.A. – como escenografista.
Por aquellos años, los medios que se empleaban en los trabajos del cine eran un tanto primitivos: largas escaleras plegables sosteniendo en su cima pequeñas plataformas, donde los pintores se acomodaban para colocarse zancos de variadas alturas, según fuera el trabajo a ejecutar.
Isaías contempló con qué facilidad sus compañeros se desplazaban sobre aquellos horribles palos, como si fueran naturales a sus piernas. Haciendo de tripas corazón, logró finalmente vencer el miedo que lo sobrecogía, y se empinó airoso en los zancos que le habían endosado.
Uno de los muros del estudio lucía un gran mapa de Chile, con sus cerros repletos de árboles con enmarañados ramajes, nevadas cordilleras y caudalosos ríos. Junto al lago Panguipulli, dos indios portando en un palo sobre sus hombros cuelgas de salmones. Por la Provincia de Cautín, indias araucanas, rodeadas de chiquillos, tejían choapinos junto a sus rucas, y en Santiago – nuestra capital -, sobre el Cerro Santa Lucía, otro indio disparaba sus flechas. Todo en Chile eran indios, flechas, plumas, selvas, exotismo.
Con rabia, sorprendió a varios utileros que registraban su equipaje, y éstos confesaron – al ser descubiertos – que sólo querían mirar sus emplumados adornos. Esas cosas absurdas lo tenían pleno de indignación.
Cierta vez, mientras ejecutaba su trabajo, alguien le gritó en alemán:
¡Bravo chileno! ¿Ya te acostumbraste a las alturas?.
Isaías no desperdiciando la oportunidad, le respondió en el mismo idioma:
Sí, alemán. Estoy acostumbrado a pintar en las terrazas de los rascacielos de más de 25 pisos, que hay en mi país.
Creado el 2015-12-22 00:34:14
Después de una conferencia que dio en Valparaíso, don Jacinto Benavente pidió un automóvil para regresar al hotel.
A la entrada del Hotel Astur, lo esperaba un grupo de sus festejantes, entre ellos Berta Singerman y su marido. Don Jacinto, distraído como todo hombre inteligente, olvidó pagar el automóvil.
El ágape que ofreceríamos esa noche al visitante nos dejó sin un céntimo. Victoriano Lillo miró a Enrique Ponce, Enrique me miró a mí, yo mire a Julio Walton, que regresó al coche resuelto al sacrificio. – A la Plaza Victoria, ordenó.
Llegando a ella, pidió al chofer: - esperé un poco, recogeré a unos amigos... y se fue caminando... caminando... caminando, hasta regresar al hotel.
Creado el 2015-12-22 00:30:56
Nos encontramos en la puerta de la escuela de Leyes, después de una reunión del MENCH, nos fuimos conversando por el Parque Gran Bretaña hasta llegar junto a la hermosa y discutida escultura de Tótila Albert, nos sentamos en un incómodo asiento para continuar nuestra charla, fijamos como límite de ella la salida de los teatros, a las 21 horas. Las dos teníamos distintos compromisos para la cena. ¡Que lástima, dijo Laura, no haber sabido que nos encontraríamos, tengo tanto que contarte, pienso hacer un busto de la Gabriela, ¡me ha cundido la familia!. Tengo la casa llena de niños y ¿A Consuelo la has visto?. Continuamos nuestro parloteo hasta que vimos a la gente que regresaba de los cines. Nos separamos prometiéndonos que nos encontraríamos muy pronto.
Esa noche me esperaban en la casa de Graciela de Schnacke, a la hora de la cena. Para no llegar tarde tomé un automóvil. A mi llegada me extrañé de encontrar la casa oscura, pensé en un cortocircuito, cosa que ocurría continuamente. Después de llamar un rato con insistencia, Chela se asomó soñolienta a uno de los balcones diciendo extrañada: - ¿Eres tú Maria?, ¿Qué pasó?, ¿Por qué no viniste a comer?, Te esperamos hasta después de las diez y media. Resignada bajó a abrirme. Recién entonces comprobé en el reloj de la casa que faltaba un cuarto para la una de la madrugada.
Creado el 2015-12-22 00:30:37
María Monvel, la conocida poetisa, autora de “Parque en Silencio”, me llamó por teléfono.
- Necesito verte. Por favor, ven al momento.
Cuando llegué a su casa, la encontré muy molesta.
- Figúrate, se les ocurrió que viera a un psiquiatra. Por darles gusto fui. Estuvo casi dos horas interrogándome hasta que me aburrí. Entonces pregunté yo: - Dígame doctor, ¿El siquiatra tiene que ser más inteligente que el enfermo?.
Naturalmente, me respondió lleno de fatuidad. Tomando mi maletín abandoné el consultorio.
Dime María por favor, ¿crees tú en los psiquiatras?.
Creado el 2015-12-22 00:29:58
Miguelón era uno de mis buenos amigos.
Recordando haber visto en su balcón una hermosa planta de azaleas rojas, le pedí: - tráeme una ramita de azaleas. El, galante, llegó esa misma tarde con la planta en su macetero. Suponiendo se la hubiese pedido a doña Lucia, su madre, contenta, la coloqué en mi ventana.
Días después me visito una amiga, Nieves Huidobro de Montt, que alabando la planta me advirtió: - Mariíta, saca tu azalea de la ventana, andan tantos pillos. A la Lucia Solar le robaron una de su mismo balcón.
Nunca supe como devolvérsela, para no comprometer a Miguelón.
Creado el 2015-12-22 00:29:32
Tengo muchas cosas raras para el concepto común de la gente, pero muy cómodas para mí. Una de ellas, es la absoluta imposibilidad de escribir en un escritorio: el suelo, una cama, un cajón o cualquier cosa donde apoyar un papel, y entonces las ideas fluyen.
Fui amiga de Augusto D´Halmar. ¡Cómo recuerdo su amistad!. Su charla inimitable, su innato don de atracción, su noble figura envuelta en el nimbo de capitán de un barco imaginario... Augusto D´Halmar; el de la prosa refinada y el corazón ancho.
Un día, en su casa, coloqué unos cojines y me tendí cómodamente sobre la alfombra oriental que cubría el piso de su sala de trabajo. Comencé a escribir... Augusto, fumaba su pipa, y respetó mi inspiración.
Al terminar, le pedí que leyera las semblanzas de amigos comunes que había escrito. Le gustaron, me estimuló a continuar en la tarea y con vil declamatoria, agregó. Decidme, señora, ¿qué os ha inspirado estos recuerdos?.
Contesté: - primero, tu compañía; después, esta preciosa alfombra. Si no te molesta, vendré más a menudo. ¡Me gusta tu casa!.
Augusto ofreció galante: - es tu casa Maria, dispón de ella... y la alfombra te la regalo.
Inesperadamente regresé de Valparaíso. En Santiago nos veíamos poco; mis muchas ocupaciones me privaron de ese placer. Su muerte puso luto en mi corazón. Pasado algún tiempo, y por casualidad, llegué hasta la residencia de Eduardo, hijo adoptivo del escritor.
Hablando de muchas cosas, recordando el pasado, surgió nítido su arrogante y fino temperamento. Eduardo me dijo: - tengo en mi poder la alfombra que a usted tanto le gustaba. Permítame, señora Maria, que se la entregue; papá solía llamarla “la alfombra de Maria”.
Creado el 2015-12-22 00:28:21
Caminando con Luis Durand por “Calle Larga”, calle de casonas antiguas que une Calera con Quillota, llegamos a la quinta de unos conocidos, dueños de las más famosas arboledas de esa localidad.
Paltos, chirimoyos, uvas y lúcumas le dan su prestigio. Aprovechamos nuestra caminata para pasar a saludarlos y descansar un instante en su casa. ¡Fuimos muy bien recibidos!. Mientras el abuelo me obsequiaba gentilmente una rica taza de té, su nieta, una linda chiquilla de unos 18 años, fue hacia el huerto con Lucho, regresando como a la media hora después; ella con un canasto repleto de maduras chirimoyas, él, risueño, luciendo en la solapa del vestón un delicado manzanillón.
Cuando la jovencita fue a empaquetar las frutas, llegó una vecina luciendo un ajustado traje que hacia resaltar más sus opulentas formas. Era evidente que ya se habían conocido con Luis, pues ella, maliciosa, preguntó: ¿don Luchito, cómo estaban las uvas?. Y Luis le contestó malicioso: - Verdonas, Mariquita – y desprendiéndose de su manzanillón se lo ofreció galante, agregando – A mí me gustan más maduritas.
Creado el 2015-12-22 00:28:02
Me encontré en Limache con Maria Monvel y su marido Armando Donoso. El doctor Charlin, había recomendado al escritor una temporada de reposo, y por una simpática coincidencia se alojó en un hotel vecino a mi residencia.
Maria, solícita, procuraba hacerle grata la estadía en ese apacible pueblo. Las distracciones del erudito se habían acentuado con su enfermedad, y su mujer le advertía a cada instante; Armando, ¡olvidaste tu pluma!, Armando ¡olvidaste tu sombrero!, Armando ¡olvidaste tu remedio!.
Un domingo lo esperamos conversando en el Lobby del Hotel, que repleto de gente, en ese instante, obligaba a los empleados a correr para satisfacer todos los pedidos. Armando vestía elegante traje de tela. Antes de llegar al comedor, se dejó caer agotado en un asiento, sin haber advertido un cartel que decía: ¡CUIDADO CON LA PINTURA!.
Desde el jardín se dirigió a nosotras y muy galante volvió para saludarme. Entonces, Maria vio las horribles rayas que habían teñido sus pantalones. Maria grito horrorizada: Armando ¡tus pantalones!. Este, creyendo que había olvidado colocárselos y haciendo el gesto pudoroso de Adán después del pecado original, logró ocultarse tras el mozo, que venia cargado de platos, derribándolo, para después emprender una carrera de “obstáculos” hacia al dormitorio.
Creado el 2015-12-22 00:27:43
En uno de mis viajes a Valparaíso me encontré en el tren a mi querida amiga Olga Donoso que iba disfrutando de un descanso merecido. Olga era una gran amiga, a la que hacia larguísimo tiempo no tenia el agrado de ver.
Teníamos tanto que recordar de la corta gira con la compañía de teatro y tantos otros acontecimientos y felicidades que nos había deparado la vida.
Olga lucia un avanzado estado de embarazo, y con su respetable volumen ocupaba su asiento y gran parte del asiento adyacente, en el carro que nos conducía al puerto.
Al llegar a Llay-Llay , donde el tren se detiene unos 10 minutos, Olga llamó mi atención: - Maria, ¿tu conoces a esa gitana que nos ha estado mirando con tanta insistencia?.
Obviamente, no la conocía, la mujer en cada vuelta, acercaba con curiosidad su cara a la ventanilla, casi con impertinencia, nos miraba insistentemente, hasta que por fin se decidió a hablarnos. Acercándose a nosotras, y mirando a Olga, exclamó: - bendita sea la abundancia... ¡Llegué a pensar que la ventanilla tenia vidrios de aumento!.
Creado el 2015-12-22 00:27:03
Stella no tiene por qué aparecer en éste libro. Se metió por su gusto y de puro consentida.
La conocí el año 47. Era una niña, trabajaba en El imparcial, recién llegada de La Serena. Se paseaba “olímpica” de uno a otro departamento del Diario. Echando chispas bajo la luz de las ampolletas, su roja cabellera incendiaria.
Después de un rato de conversación, en la gerencia, me preguntó:
- ¿Que te parezco, me encuentras muy rara?.
La miré con simpatía, desde un comienzo su presencia me recordó a un pequeño gruña-gato montés que me regalaron en el norte, y fue imposible domesticarlo del todo.
- Dime - insistió - ¿Qué te parezco?
- Un gato montés.
- ¿No temes que te rasguñe?
- Tuve uno, a mi no me rasguñó.
- Bueno María... te prometo que a ti nunca te rasguñaré
Y se despidió con un guiño y un alegre “hasta pronto”.
Creado el 2015-12-22 00:26:43