Artículos de Opinión

Cuando Graciela fue Alcaldesa de Santiago, nos tocó asistir a una reunión política, que se alargó demasiado. Pasada la una de la madrugada, regresamos a casa.

Al tratar de abrir la puerta de calle, se dió cuenta que no había traído las llaves. Schnake, aún no llegaba, y la empleada venía únicamente en el día. Estaban solo sus hijos - Jorge y Sonia -, que dormían profundamente.

Ante el dilema de esperar o llamar fuerte, yo había optado por lo segundo; pero tuve que contenerme ante la siguiente recomendación de Chela, madre amantísima y llena de complacencia para sus hijos:

- Golpea despacio, María, para que no nos oigan. ¡Mañana temprano deberán ir al colegio los pobrecitos...!

Comprensivamente me resigné y decidimos esperar la llegada de Óscar Schnake sentadas en las frías gradas de la puerta.

Este contenido es parte de los manuscritos del libro Puelche, que María Lefebre preparaba antes de su partida.

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