Artículos de Opinión

Gran periodista y gran amigo. César Silva, me contaba el comienzo de su amistad con Pablo de Rokha.

Sí, pues María, fue en esos tiempos en que las peras eran más sabrosas y los árboles, sin nada de artificio, cargaban más de fruta. Fue en una quinta; una enorme rama de peral salía hacia la calle luciendo doradas peras de agua. Tú comprenderás, eso era una tentación pública y esa rama cargada de frutos, caía en la calle de nuestro colegio. Un grupo de niños, entre ellos yo, no resistió a la tentación y armados de palos y un gran canasto, fuimos cosechando peras y comiendo golosos.


Por sobre la muralla apareció una cara recia de muchacho que nos increpó sarcástico:
“Carajo, robando peras ¿no?”

- Nosotros, ya creciditos, conocíamos algo de leyes, y replicamos:
- Las peras que dan a la calle no son tuyas.
- Que saben ustedes, eso en toda tierra se llama robo.
- ¿Quieres pelear?, Dijo el más guapo de nuestro grupo.
- Para qué, no es que les tenga miedo - y una ancha sonrisa abarcó su rostro - pasen mejor.
- ¿Quieres pelear adentro?

No, quiero convidarles peras. Son mías. Traigan el canasto, entren por la puerta. Aquí lo llenaremos. Son más ricas comerlas sentados a la sombra de un árbol.

 

Este contenido es parte de los manuscritos del libro Puelche, que María Lefebre preparaba antes de su partida.

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