Artículos de Opinión

Nos encontramos en la puerta de la escuela de Leyes, después de una reunión del MENCH, nos fuimos conversando por el Parque Gran Bretaña hasta llegar junto a la hermosa y discutida escultura de Tótila Albert, nos sentamos en un incómodo asiento para continuar nuestra charla, fijamos como límite de ella la salida de los teatros, a las 21 horas. Las dos teníamos distintos compromisos para la cena. ¡Que lástima, dijo Laura, no haber sabido que nos encontraríamos, tengo tanto que contarte, pienso hacer un busto de la Gabriela, ¡me ha cundido la familia!. Tengo la casa llena de niños y ¿A Consuelo la has visto?. Continuamos nuestro parloteo hasta que vimos a la gente que regresaba de los cines. Nos separamos prometiéndonos que nos encontraríamos muy pronto.

Esa noche me esperaban en la casa de Graciela de Schnacke, a la hora de la cena. Para no llegar tarde tomé un automóvil. A mi llegada me extrañé de encontrar la casa oscura, pensé en un cortocircuito, cosa que ocurría continuamente. Después de llamar un rato con insistencia, Chela se asomó soñolienta a uno de los balcones diciendo extrañada: - ¿Eres tú Maria?, ¿Qué pasó?, ¿Por qué no viniste a comer?, Te esperamos hasta después de las diez y media. Resignada bajó a abrirme. Recién entonces comprobé en el reloj de la casa que faltaba un cuarto para la una de la madrugada.

 

Este contenido es parte de los manuscritos del libro Puelche, que María Lefebre preparaba antes de su partida.

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