Una voz que sale de un libro.
Maria es un ser muy interesante. Cuando muchacha se crió en la opulencia. Sus padres poseían la mas sólida fortuna de Valparaíso. Pero un día en una especie de vorágine, desapareció todo eso y Maria quedó tan pobre como un ratón de sacristía que, según dicen, son los mas necesitados. Pero Maria conservó su riqueza interior: su optimismo. Una fortaleza de mujer realmente sorprendente. Yo no sé lo que va por dentro, pero uno encuentra de pronto a Maria Lefebre que pasa por las más tremendas dificultades económicas y ve que está alegre, estallante de risa.
¿Qué tal Maria? ¿Cómo te va?
Maravilloso. Me siento contenta de vivir. Dichosa de contemplar el mundo, de tener buenos amigos.
Un día le pregunte:
¿Y como pasaste tu veraneo, Maria?
Como nunca de bien mi hijito. Resulta que frente a mi casa se va a construir otra casa. Trajeron con éste motivo muchas carretadas de arena hasta formar un cerro. Y que bien lo pasamos y aprovechamos nosotros. Le compré un baldecito a mi niño. Y, entonces, por la tarde salíamos a la playa que nos habían traído a la puerta. Nos ilusionábamos con que el mar estaba allí muy cerca y contemplábamos felices las puesta de sol. - ¡Oye!, si no cuesta mucho ser feliz. ¡Hay que el alma no se nuble!.
Es admirable y si uno piensa que esto en efectivo y que Maria no oculta en los recónditos vericuetos de su sensibilidad un drama de amargura, quiere decir que es un ser excepcional.
Del libro “Gente de mi Tiempo”, por Luis Durand.