Se cuenta que Sylvia Barella trabajaba en la Alianza de Intelectuales, ubicada en calle Estado N° 15. Vecina a este lugar se encontraba la sala donde se reunían los músicos.
Por esos días, el más perseverante admirador, Filiberto Baronti, quien sería primer violín de la Orquesta Sinfónica, y uno de los autores de la ley que rige hasta hoy día.
Filiberto se enteró por una conversación telefónica que Sylvia había invitado a María a cenar en el Restaurante Imperio, como solía ocurrir cuando Sylvia cobraba su sueldo. Ocasión que no desperdició el apasionado violinista y se acopló a la invitación.
La cena estuvo espléndida. No faltó el vino y la conversación amena.
Ya estaban en el postre, cuando María preguntó sin preámbulos, ejerciendo sus dotes de casamentera.
- Filiberto. ¿Tú tienes intenciones de casarte con Sylvia?
Al escuchar la pregunta, Sylvia se levantó indignada de la mesa, y salió del lugar. El galán, salió corriendo tras ella y desde la puerta del “Imperio”, gritó: - ¡Señorita Sylvia!, ¡señorita Sylvia!, venga a pagar la cuenta.