Me encontré con Camilo a bordo del vapor Magallanes, le conté de la salida de mis poemas en España y le obsequié la revista “Cosmópolis”, donde aparecían.
Él siempre tan enamorado de Maruja hizo su entusiasta recuerdo y agregó feliz que el premio recién obtenido en el salón oficial acortaba distancias de tiempo. Y entre risas y buen humor confeccionamos un programa de mutuo bombo con algunas extravagantes actuaciones.
A medio día salió a cubierta luciendo la clásica tenida del pintor al estilo Montparnasse. Camisa de seda escocesa, pantalón de terciopelo, borlón negro y amplia capa. En el dedo anular, un gran anillo con un ágata que despedía fulgurantes reflejos bajo la luz del sol.
Al igual y con la misma figura de un prestidigitador, sacó de su capa telas, cajas, cuchillos, pinturas y pinceles. De un montoncito de fierros amarrados, desplegó un atril y ostentosamente comenzó a preparar las telas.
Poco a poco, los pasajeros atraídos por lo insólito de la escena, rodearon mirando los adelantos de la pintura. Camilo trasladaba la fiel imagen del capitán en su puente de mando.
Entonces aparecí yo con ajustada falda, blusa de seda blanca y capa negra que ondulaba elegante al ritmo de mi paso.
Mori interrumpió su trabajo y con voz alta dijo, mientras me abrazaba: anoche leí tus magníficos poemas publicados en España, es un orgullo para ti Maria el comentario tan elogioso de Gómes Carrillo. Te felicito. También yo tengo que felicitarte Camilo – dije, simulando una perfecta emoción – en el diario “La Unión“ de Valparaíso viene un elogioso párrafo para ti. Casualmente lo encontré hoy en la sala de lectura y me lo traje, escucha: “en el Salón Oficial de Bellas Artes fue agraciado con la tercera medalla el joven pintor viña marino Camilo Mori. Felicitamos al joven artista”, yo también te felicito. Un segundo y teatral abrazo nos unió.
Nuestro público que ya no permanecía indiferente, aplaudió con entusiasmo. El capitán, al ver que éramos felicitados por el grupo de pasajeros que nos rodeaba, curioso, bajó del puente de mando; al oír los comentarios de mis versos que Alfredo Camus Valdés administrador de Aduana destinado a Magallanes, acababa de leer en voz alta y al ver su bien diseñada esfinge sobre el lienzo, se unió efusivamente a las congratulaciones, invitándonos para esa noche a cenar en su mesa. Mis familiares y algunas personalidades que viajaban en nuestro barco también fueron invitados. Siendo presentados esa misma noche al director del diario “Austral” de Punta Arenas, que encantado de conocernos nos entrevistó al término de la cena, anunciando con anticipación nuestro paso por los puertos del sur. Para qué decir, en todos ellos fuimos abordados por periodistas.
El capitán Smith, bellísima persona, contaba en otros viajes a sus invitados de mesa: tuve en el barco a dos muchachos encantadores, que a pesar de su juventud eran “famosos”. Ella como poetisa. Él como pintor. Ustedes deben conocerlos: son María Lefebre y Camilo Mori.