En una recepción que me hicieron en Antofagasta, le pidieron que improvisara algo para mí. Él, con su gentileza acostumbrada, recitó lo siguiente:
“yo pudiera escribir versos de honda poesía
con qué placer los haría
por oírtelos decir
y que hermosa historia
sin dolores ni aspavios
que estar siempre entre tus labios
sabiendo a dicha y a gloria”.