Iba de chambergo y corbata flotante. Por su atuendo fuera de lo común me extrañó no conocerlo. Subió al tranvía que me llevaba al Puerto. Quedó sentado frente a mí y conversaba preocupado con el amigo que lo acompañaba.
¿A que hora nos espera Mori, sabes bien la dirección?- aún nos queda media hora y su dirección es Av. Brasil 324.
No resistí más mi curiosidad. Íbamos al mismo sitio, lo interrogué:
- ¿Quién eres tú?. Vamos a la misma parte, me extraña no conocerte.
- ¡Tú eres Maria Lefebre! Aseguró, ¡no me digas que no!
- Si, soy Maria Lefebre y tú eres Pablo Neruda. Me dijeron que estabas en Valparaíso.
Poniéndonos de pie nos abrazamos. El amigo soltó la risa.
- Ahora que son tan amigos preséntenme a mí, reclamó alegremente.
Nuestra euforia extrañó a la gente que nos miraba y nosotros, ajenos a todo, conversábamos.
Camilo Mori al abrir la puerta de su taller exclamó asombrado:
- ¿Cómo es esto? Si el presentarlos era la sorpresa que les reservaba.
- Pablo sonriendo y abrazando a Camilo contestó:
- Nos presentamos en el tranvía, ¡ya somos viejos amigos!.
Al correr los años, nos encontramos en Santiago. Su prestigio había traspasado largamente las fronteras. En esa fecha era Presidente de la Alianza de Intelectuales de Chile, donde fui presentada por él.