A la puerta del “Black and White” conocí al gran Manolo Segalá, poeta y pintor catalán. Lo convertí en feligrés de la calle Bandera. Con intensidad semejante adoramos los ojos de Berta, no los de la heroína del poema de Boudelaire, sino los de la niña más encantadora del desaparecido café “Huelén”.
La aventura más gorda de Manolo es ésta: llovía a cántaros; dejábamos Bandera, rumbeando por Rosas hacia Puente, cuando Segalá, también sintió deseos de “llover”... Disponíamos continuar la marcha, y nos paró, de la sombra, una voz de autoridad:
Detenido el más grande, por falta a la moral...
Manolo desplegó una aguda dialéctica-literaria que no convenció al Carabinero. Transcurrían los minutos. Participé en el debate. Cité jefes amigos, indiqué la calidad de extranjero de Segalá, alabé sus títulos. Debió ser muy gruesa mi carga de dinamita, porque el carabinero aflojó:
Por esta vez, puede marcharse tranquilo...
Pero Manolo, sonriendo ferozmente, se abalanzó contra él, exigiendo lo inaudito: que le condujese preso a su comisaría:
Por mí no ha de faltar usted a las leyes chilenas... Yo soy un caballero español... Condúzcame a prisión y deme tormento...
Trabajo costó evitar que no llegase Manolo al cuartel con el carabinero a cuestas.