Ramón Cortes fue invitado por Scandinavian Airlines System (S. A. S.), para que visitara los países escandinavos. Y aunque ustedes no lo crean o les parezca raro, un coordinador público de la empresa invitante le pidió que se desnudara para ser entrevistado. Después, cinco periodistas suecos le hicieron algunas preguntas sobre Chile, tal como sus madres los echaron al mundo.
Esta es la anécdota escueta, pero me extenderé un poco más, aprovechando una charla con Ramón.
Según me cuentan, ¡es tan hermoso Estocolmo!; sobre todo en verano, con su afluencia de gente llegando por diversos caminos, en coches, bicicletas, carretelas, motonetas y automóviles.
Toda esa multitud de aspecto saludable ríe y canta, internándose en los bosques, o tendiéndose a la orilla de los lagos. Los niños, blancos y sonrosados, nadan como verdaderos peces dentro del agua.
Ahí el cielo es más azul y el sol parece más grande.
Los propietarios construyen sus viviendas de troncos de árboles y llama la atención del visitante su extraña simétrica arquitectura: una gran cabaña con otra mas reducida a su lado. En la grande fue recibido con todos los honores Ramón Cortés.
Una espaciosa habitación lucia en su centro la gran mesa familiar repleta de viandas con el orgullo de la comarca: el arenque, presentando en diversas fuentes con diferentes formas de preparación, pero solamente arenques.
Después de una animada charla, dijo el relacionador: “pongámonos más cómodos” y principio a sacarse la ropa. Los demás lo imitaron. Ramón, extrañado siguió su ejemplo y colgó sus prendas de vestir en una percha junto a la puerta. Luego, abriéndola, el coordinador salió al bosque para llegar corriendo a la cabaña chica, sin importarle la gente que los rodeaba, que indiferentes, ni siquiera levantaron la vista a su paso.
Su segunda sorpresa fue la entrada a la pequeña cabaña, que era solo el recinto destinado al baño de vapor. Allí, con toda comodidad, tendidos sobre blandas colchonetas, se efectuó la recepción de prensa y una vez terminada, se bañaron en el río cercano, desde donde regresaron, frescos y descansados, a la cabaña para degustar los arenques con verdadera fruición.