De Víctor Domingo Silva:
Cual dos alas de galceta
Batiste las manecitas
en homenaje al poeta,
Tus manecitas bonitas
Tanto como tú discretas.
Y de tal modo aplaudiste
Con ansias tan delirantes
Que sucedió un caso triste
Sin sospecharlo rompiste
La fina tela del guante.
Que delicado trofeo
Resulta ese guante así
Mirándolo pienso en ti
Y como entonces te veo
Batiendo palmas por mí
Maria
La gloria, ráfaga errante,
No sé por qué maldición
No nos halaga un instante
sin romper algo: hoy un guante
Y mañana un corazón.
De Salvador Allende Castro:
“yo pudiera escribir versos de honda poesía
con qué placer los haría
por oírtelos decir
y que hermosa historia
sin dolores ni aspavios
que estar siempre entre tus labios
sabiendo a dicha y a gloria”.
De González Nájera:
No te conozco,
Más conozco al bardo delicioso y gallardo
Que te adora con ánimo encendido
Y te elige entre todas las mujeres.
Y es verdad muy sabida
Que “dime con quién andas...”
De Andrés Sabella:
“¿Es que has muerto, María, por Dios Santo,
morirte tú que fuiste la alegría,
María brava de la poesía
envuelta por las noches, como un manto?
¿Es que puede morir la que era el encanto,
la que sentaba a la melancolía
a beber una copa de ambrosía
en su mesa de patas de amaranto?
¿Es que ya no veremos a María,
conversando con duendes en la esquina,
o trayéndose el mar hasta su pieza?
¡Qué va a morirse esta muchacha fina!
Le duele sólo un poco la cabeza.
Su muerte es una broma a sangre fría.”
De Agustín Serrano Santiesteban:
Bajo el naipe de la suerte
No te has ido todavía,
tu voz disuelve lo oscuro
y vuela en pos del futuro
tu inmensa sabiduría.
Ni con su astucia, María,
pudo ocultarte la muerte.
Tú no será polvo inerte,
tú serás rima de poetas;
un misterio de planetas
bajo el naipe de la suerte.