Se estrenaba en el teatro municipal de Iquique una de las mejores obras de Víctor Domingo Silva.
Al finalizar la función, un público delirante pedía que el autor le dirigiera la palabra. Desde el escenario, visiblemente emocionado, Víctor Domingo agradeció el homenaje. Terminada su brillante improvisación miró al palco de la Intendencia, en el cual me encontraba. Hizo un cariñoso saludo que correspondí orgullosa.
No sabiendo como expresarle mis simpatías, de pie, uní mis aplausos a la cariñosa ovación. De todas partes caían flores sobre el poeta, fue mi aplauso tan emotivo que rompí uno de mis guantes de encaje, sacándomelo, lo lancé al proscenio gritándole: - lo rompí aplaudiendo.
Al día siguiente llegó a mi residencia del “Chalet Suizo”, un bouquet de flores y un sobre con estos versos:
Cual dos alas de galceta
Batiste las manecitas
en homenaje al poeta,
Tus manecitas bonitas
Tanto como tú discretas.
Y de tal modo aplaudiste
Con ansias tan delirantes
Que sucedió un caso triste
Sin sospecharlo rompiste
La fina tela del guante.
Que delicado trofeo
Resulta ese guante así
Mirándolo pienso en ti
Y como entonces te veo
Batiendo palmas por mí
Maria
La gloria, ráfaga errante,
No sé por qué maldición
No nos halaga un instante
sin romper algo: hoy un guante
Y mañana un corazón.