En 1946, fue nombrado Vicepresidente de la Caja de Seguro Obligatorio Manuel Mandujano. El día de su nombramiento cayó postrado con una grave enfermedad. La convalecencia fue larga y Manuel quedó medio cojo.
A su vuelta a la oficina, conservó por su eficiencia a la misma secretaria de Alejandro Tinsly, su antecesor, sin fijarse que cojeaba notoriamente.
La dirección del Sindicato de Empleados estaba formada por cuatro cojos y el zunco Sandoval. Todos los días pedían audiencia, hasta que una vez, cansado de su insistencia, Manuel les dijo:
Ustedes vienen todos los días porque piensan que yo pertenezco al sindicato de cojos que ustedes forman y, en consecuencia, tengo que recibirlos. Sepan que, como vicepresidente, soy cojo “apatronado”, y no en “resistencia” como ustedes; por lo tanto, de aquí en adelante tendrán su audiencia una vez al mes.
Y llamando a su secretaria, le comunicó:
Señorita Unzueta, no quisiera molestarla; estoy muy contento con sus servicios, pero temo alguna equivocación. Le ruego que busque en el Servicio un cargo que le acomode y yo la trasladaré; conmigo no puede seguir.
¿A qué equivocación se refiere usted, Don Manuel? – preguntó indignada la señorita Unzueta... Y Manuel contestó divertido:
A que crean que éste es el Traumatológico, y no la Caja de Seguro Obligatorio.