Había sido la chispa de la fiesta, todos lamentaban las escasas horas que Lucho disponía antes de la función de la tarde. Tenía que regresar impajaritablemente. Arturo Mario, director de la Compañía Mario Padin, donde Rojas Gallardo era el primer galán, advirtió con voz seria: - Le ruego Rojas, que por lo menos esté 20 minutos antes de la función y también le aconsejo que tenga cuidado con el trago.
El almuerzo fue suculento, bien regado con ricos caldos de la tierra, después, Lucho continuo sus libaciones, tendido junto a las chinas canteras, sobre la paja recién trillada, no queriendo moverse con rabia improvisó:
Este vinillo tan re-sabroso
Y éstas cantoras con su alborozo
Me dan espuelas de fantasía
Montando el potro, rubio y brioso
De mi alegría.
Las cantoras rasgueando sus guitarras le contestaron:
Se llevan a don Luchito
Cogollito de limón verde
Y si logran convencerlo
El tontito se lo pierde.
A pesar de todo fue sacado casi en andas por sus acompañantes, para meterlo en el carruaje que los llevaría al teatro.
La obra que se estrenaba era un dramón espantoso. Al levantar el telón Rojas aparecía en escena tendido en un diván, Elena Puelma, gran actriz muy fogueada en las tablas, entró por una puerta lateral anunciando: -¡Señorito, una carta para usted!. Los ronquidos de Lucho apagaron la voz de Elena, la que elevando el tono repitió: - Señorito despierte, es muy urgente, el actor la alejó de un manotón y creyéndose en su cama suplicó: - Por favor Soledad, pásame la bacinica, ya no aguanto más, tomé tantísima chicha.