Cuenta Waldo Vila.
En cierta ocasión, mi maestro Juan Francisco González nos llevó a Laureano Guevara y a mí a pasar algunos días en su casa de Melipilla.
Salimos cierta mañana con Laureano a paisajear por los contornos Melipillanos. Era un día caluroso de verano, yo, protestaba por no encontrar un estanque o laguna o cosa que se le pareciera para solazarme, dadas mis condiciones acuáticas.
De pronto vimos entre los cerros resecos la pupila azul de una piscina. Verla y correr hacia ella fue todo uno, despojándonos de nuestra ropa nos lanzamos, enseguida al agua donde realizamos las más bulliciosas y alegres proezas natatorias.
A la hora del almuerzo, contamos al querido maestro la feliz aventura; quien muy extrañado nos replicó que no había tal piscina en los contornos. Cuando le dimos la ubicación exacta soltó una gran carcajada, diciendo: “Bárbaros, se han bañado en el agua potable del pueblo”