En uno de mis viajes a Valparaíso me encontré en el tren a mi querida amiga Olga Donoso que iba disfrutando de un descanso merecido. Olga era una gran amiga, a la que hacia larguísimo tiempo no tenia el agrado de ver.
Teníamos tanto que recordar de la corta gira con la compañía de teatro y tantos otros acontecimientos y felicidades que nos había deparado la vida.
Olga lucia un avanzado estado de embarazo, y con su respetable volumen ocupaba su asiento y gran parte del asiento adyacente, en el carro que nos conducía al puerto.
Al llegar a Llay-Llay , donde el tren se detiene unos 10 minutos, Olga llamó mi atención: - Maria, ¿tu conoces a esa gitana que nos ha estado mirando con tanta insistencia?.
Obviamente, no la conocía, la mujer en cada vuelta, acercaba con curiosidad su cara a la ventanilla, casi con impertinencia, nos miraba insistentemente, hasta que por fin se decidió a hablarnos. Acercándose a nosotras, y mirando a Olga, exclamó: - bendita sea la abundancia... ¡Llegué a pensar que la ventanilla tenia vidrios de aumento!.