Vicente, es uno de mis buenos amigos. Hombre de múltiples actividades: diplomático, abogado, profesor universitario, minero y periodista. En Londres fundó y dirigió por espacio de 15 años “Chilean Review”.
En uno de sus viajes a Chile, añorando las andanzas mineras, recorrió la zona norte del país y supo de labios de un viejo pirquinero “un datito”. Decidió confirmarlo personalmente, haciéndose asesorar por un famoso ingeniero austriaco.
Hicieron el viaje a lomo de mula desde Pueblo Hundido a la cordillera, sufriendo las inclemencias del tiempo y el malestar de la altura. Una vez en el sitio indicado, donde había un pequeño laboreo, el ingeniero se dedicó a hacer los estudios profesionales del caso, ocupado en ellos casi todo el día. Al caer la noche - cuenta Vicente -, el ingeniero lo tomó del brazo y le hizo observar desde la planicie, un conjunto de aceros, diciendo: Mr. Echeverria, estamos parados sobre el yacimiento de cobre más grande que me ha tocado conocer, superior a “Río Tinto” de España y al “Boleo” de México. Su entusiasmo contagia a Vicente, que a su vez habló con su primo Enrique Echeverria. Juntos empezaron las faenas de explotación.
El trabajo era sacrificado. Había que bajar los minerales en carretas hasta la antigua fundición de Chañaral; pero la mayor dificultad para su explotación era la falta de agua. Enrique Echeverria había observado que un perro colmaba su sed en un pequeño charco de agua que había al borde del camino junto al mar, y como esa agua no podía ser salubre, decidió averiguar su procedencia, con óptimos resultados, lo que permitió más tarde a las empresas norteamericanas empezar la exportación del cobre en toda su magnitud.
Tiempo después, en un carro especial puesto por Vicente Echeverria Larraín hizo una visita al mineral. Fue recibido como huésped de honor de la compañía y ante un numeroso grupo de jefes y empleados se le pidió que les mostrara el tortuoso camino que había hecho tan penosamente en su primer viaje. Vicente accedió gustoso y desde el cerro “Huaso Parado” señaló la ruta recorrida, para descubrir uno de los cinco minerales de cobre más grandes del mundo: “Potrerillos”.