Caminando con Luis Durand por “Calle Larga”, calle de casonas antiguas que une Calera con Quillota, llegamos a la quinta de unos conocidos, dueños de las más famosas arboledas de esa localidad.
Paltos, chirimoyos, uvas y lúcumas le dan su prestigio. Aprovechamos nuestra caminata para pasar a saludarlos y descansar un instante en su casa. ¡Fuimos muy bien recibidos!. Mientras el abuelo me obsequiaba gentilmente una rica taza de té, su nieta, una linda chiquilla de unos 18 años, fue hacia el huerto con Lucho, regresando como a la media hora después; ella con un canasto repleto de maduras chirimoyas, él, risueño, luciendo en la solapa del vestón un delicado manzanillón.
Cuando la jovencita fue a empaquetar las frutas, llegó una vecina luciendo un ajustado traje que hacia resaltar más sus opulentas formas. Era evidente que ya se habían conocido con Luis, pues ella, maliciosa, preguntó: ¿don Luchito, cómo estaban las uvas?. Y Luis le contestó malicioso: - Verdonas, Mariquita – y desprendiéndose de su manzanillón se lo ofreció galante, agregando – A mí me gustan más maduritas.