Miguelón era uno de mis buenos amigos.
Recordando haber visto en su balcón una hermosa planta de azaleas rojas, le pedí: - tráeme una ramita de azaleas. El, galante, llegó esa misma tarde con la planta en su macetero. Suponiendo se la hubiese pedido a doña Lucia, su madre, contenta, la coloqué en mi ventana.
Días después me visito una amiga, Nieves Huidobro de Montt, que alabando la planta me advirtió: - Mariíta, saca tu azalea de la ventana, andan tantos pillos. A la Lucia Solar le robaron una de su mismo balcón.
Nunca supe como devolvérsela, para no comprometer a Miguelón.