El célebre autor del vals “Antofagasta” y tantas otras piezas musicales, que estuvieron muy en boga en una romántica época no muy lejana, salió en gira artística con José Martínez, el conocido chansonier, acróbata y domador de fieras, alma en las fiestas de los estudiantes, por las cuales robaba tiempo a sus estudios de ingeniería.
En sus correrías por el sur, y próximos ya a abandonar la ciudad de Chillán, artista y compositor contabilizaban los capitales reunidos con la música de Armando y las variedades de Pepe Martínez, comprobando con satisfacción que el haber les alcanzaba para pagar la cuenta del Hotel y tomar los pasajes para el próximo pueblo, donde estaban anunciados. Aún así, les quedaba un remanente de diez pesos de la época, los que Armando guardó con indiferencia en su bolsillo. Felices por primera vez en la gira no tendrían el bochorno de firmar en la comisaría un “valecito” al dueño del Hotel. Con displicencia observaban al mozo que les acarreaba el equipaje a la Estación. Luego Armando, arrogantemente entregó al hombre cinco pesos: - Tome hijo, para sus vicios.
Próxima la llegada del tren, los abordó el mozo, quien llegaba acezando: - perdonen los señores, pero resulta que se le había olvidado al patrón cobrarles el vale de los cigarrillos, son nueve pesitos nomás, agregó el hombre, pasándoles el papel.
Impertérrito, Armando buscó con la mirada a Martínez; quien desapareció por una de las puertas de un carro del tren. Metiendo la mano al bolsillo, alargó al mozo el otro billete: - Toma, “mijo”. Cinco que ya te di y estos cinco, son diez. Paga la cuenta y guárdate el vuelto; Ah, muchacho, lógicamente tendrás que moderar tus vicios...
Y con un flemático gesto tomó el tren que abandonaba la Estación.