“Ya viene el relojero”. Este era el grito tradicional con que el portero de “Las Ultimas Noticias” ponía en alerta a todo el personal para indicar la llegada del cobrador de los relojes, ternos, radios, anillos vendidos "sin pie y a sola firma". Es claro que todos le compraban, pero eran duros en el pago. Bastaba el grito del portero para que todos desaparecieran.
Ese día, después de una fiesta, ninguno tenía plata y el grito sonó trágico. Por supuesto que la sala de redacción quedó vacía como por encanto. Oscar Lanas, segundo de la crónica, no había dormido la noche anterior, y se quedó traspuesto en uno de los sillones, sin darse cuenta del peligro que lo amenazaba. Todos los demás reporteros aguardaban con inquietud lo que ocurriría.
Mirando por la hendidura de una puerta que daba al pasadizo, con sorpresa vieron algo increíble. Luego de una corta conversación en que tanto Lanas como su acreedor se enjugaban las lágrimas, éste último, el vendedor, sacó de su bolsillo un flamante billete de cien pesos y se lo pasó al trasnochado periodista. Luego se despidió amablemente, aún conmovido por la inspirada disculpa de su acreedor. Oscar guardó el secreto.