El querido maestro tiene su casa en San Bernardo, donde con sus propias manos y en compañía de su discípulo Ricardo Rodríguez, construyó un horno para quemar cerámica. Vive en ese tranquilo pueblo como un moderno San Francisco, de raidos pantalones blue jeans y camisa “colérica”. Junto a él los hermanos animales y las avecitas del cielo.
Le expliqué el motivo de mi visita: "quemar" una figurita de greda regalo de un amigo. Su mano señaló unos tablones sobre caballete de madera repletos de cerámica. Todo esto espera, me dijo confundido y agregó con un ademán de desaliento - no sé cuando prenderé el horno, a una pareja de chercanes se le ocurrió anidar dentro, y no tengo idea cuando sacaran su cría.